Los descendientes de don Ernesto de la Guardia me han discernido el honor de intervenir en el acto de hoy y ordenar algunas reflexiones en torno a quien fuera político ilustrado, presidente probo y panameño de excepción.
Importa aclarar, que no acepté el encargo por la deferencia que éste implicaba. Lo acepté, y con muchísimo gusto, porque soy de la fundada convicción de que los panameños todos tenemos una gran deuda moral y política con la figura de don Ernesto de la Guardia Navarro. De mi parte, la invitación la recibí como una oportunidad personal, en tanto ciudadano, para intentar un primer abono a la mencionada deuda, respecto de la cual el país acusa, inexplicablemente, una dilatada morosidad. Discurso para bajar