Según opinión de reputados paleobiólogos, los panameños existimos sobre un istmo que bien podría ser responsable de la aparición de la especie humana sobre el planeta. Ocurre que hace unos 4 millones de años, la naciente franja de tierra terminó de separar los océanos, alterando el flujo de las corrientes marinas y provocando una transformación climática planetaria, que produjo muchos efectos, entre ellos, el nacimiento del desierto del Sahara y la formación de las grandes estepas africanas, donde fue posible que algunos simios ensayaran la marcha erecta y la consecuente evolución hacia los homínidos primero, y el Homo sapiens después; el surgimiento del istmo también es responsable del benigno clima de Europa, cuna de nuestra civilización. En una visión macrohistórica, el istmo separa los océanos, permitiendo ¡oh paradoja! que nazca y evolucione la especie que los volverá a unir. Comprobada esta tesis, los panameños somos entonces parte esencial de la paleta de colores primarios con que se coloreó -y se sigue coloreando- el paisaje mundial. Después los europeos se tropezaron con el istmo, estableciendo a través de él rutas imprescindibles para el desarrollo del comercio, como lo entendemos hoy. Desde Carlos V, se comienza a soñar con abrir el feraz istmo y volver a unir los inmensos océanos. Era cuestión de tiempo, que nos desprendiéramos de la enajenación de no ser nosotros mismos, uno con nuestro destino. Por eso, las luchas canaleras ocuparon, desde el primer cruce, la cotidianidad de los istmeños; como fue también cuestión de tiempo que dos colosos coincidieran en el devenir canalero, siendo uno esencia humanista del otro: Torrijos y Carter. A Jimmy Carter no le hemos reconocido su estatura, porque tendríamos que hacerlo en tándem con Torrijos… y todavía no tenemos la madurez sociopolítica para aceptarlo. De repente nos lo dice un extranjero, y nos parece un descubrimiento deslumbrante. Esta franja angosta y codiciada todavía no encuentra su plenitud, porque algunos panameños prefirieron vivir de rodillas que morir de pie; y porque -cosa inaudita- todavía hay quienes viven de rodillas ante el amo oro, signo del capitalismo, en lugar de abolir la genuflexión con ese gesto extraordinario que distingue a los humanistas de los hombres comunes: la visión solidaria. Y hablando de plata y de oro, (silver y gold rolls) les traigo cifras interesantes que por alguna razón inimaginable, nadie quiere comparar. Panamá ha recibido por el Canal y su zona adyacente de 10 millas de ancho por 50 de largo, miles de millones de dólares desde 1903 hasta la fecha. En los primeros 73 años, es decir, desde 1903 hasta la aprobación de los tratados Torrijos-Carter en 1977, 70 millones (incluyendo los 10 millones “para la posteridad” que nadie sabe donde quedaron). Desde la fecha de la firma de los tratados Torrijos- Carter hasta la reversión total en diciembre de 1999 (en 22 años), recibimos 1.818 millones (solo por los peajes del Canal, y sin contar la reversión de las 100 millas cuadradas de territorio y todas sus instalaciones). Y desde el año 2000 hasta el año 2014 –o sea, en 14 años, el Canal (que no la ACP), ha aportado al Estado panameño 9.613 millones de dólares. El amo no tiene que ser extranjero; se ha demostrado que, igual que la cuña del mismo palo, hace más daño el coterráneo creado con ambición torcida, que el expoliador foráneo. Y hoy, los hechos nos hacen sospechar que para algunos, no valió la advertencia de Omar Torrijos, de que nos cuidáramos de no cambiar al amo rubio por el chocolate.Reafirmando que el Canal explota la principal riqueza de los panameños, su posición geográfica, concluimos que el Canal está para servir a Panamá… y no al revés. Todavía nos falta mucho para hacerle honor a la historia de la que venimos, porque si unimos al mundo, debemos reconocer que nosotros no estamos unidos. Somos un país rico en materia económica, pero pobre en visiones.Allí están desde siempre esos océanos; felices hoy de volverse a tocar con mayor número de tránsitos canaleros; y pronto ocurrirá otro hallazgo mundial: Panamá y Colón se podrán unir en una inmensa conurbación, y el fenómeno urbano será excepcional, porque se tratará de la única ciudad en el mundo que se asome a los dos océanos más grandes del planeta. Ojalá no ocurra de manera desordenada y socialmente injusta, y pensemos en otras opciones. Para decepción de los hermanos nicaragüenses- podemos optar por construir el canal a nivel por la ruta más corta y barata de “Sasardí-Mortí” y con ella, desarrollar dos nuevas ciudades terminales debida y modernamente planificadas.En estas grandezas narradas desde que emerge el istmo y separa las aguas; donde luego aparece el hombre que las vuelve a unir; donde los panameños somos protagonistas de una recuperación digna de fabulosas narraciones, falta lo más esencial: que andemos juntos hasta completar la reivindicación social, y no separados por las ambiciones personales. Si fuimos capaces de confinar las codicias extranjeras, es cuestión de tiempo que los nacionales entiendan que no se trata del Canal: se trata de consumarnos como Nación… cien años después. Muchas gracias. Erasmo Pinilla C.