Señores magistrados, Erasmo Pinilla, presidente; Eduardo Valdés Escoffery, vicepresidente, y Heriberto Araúz, vocal; señores directores y funcionarios que laboran en esta importante institución que sirve al país. Señores y señoras: Desde los umbrales de la Independencia Nacional quiso el pueblo de Panamá, a través de la voz autorizada de sus gobernantes, caminar tras los pasos del Señor Jesucristo y bajo el amparo de la Virgen María. Hoy nuestra honorable y respetada institución, rectora y garante de la democracia panameña, cumple 58 años de fundación. Desde su creación, mediante el acto legislativo número 2, de aquel 24 de octubre de 1956, bajo la administración del entonces presidente de la República, Ernesto de La Guardia Jr., al Tribunal Electoral se le consagra la sagrada misión de “garantizar la libertad, honradez y eficacia del sufragio”. Y nos reunimos no solo para mirar el sendero recorrido, sino también con el fin de pedirle a Dios para que ilumine nuestro entendimiento y fortalezca la voluntad de cada uno de los que conforman este equipo de hermanos que ofrecen su vida al servicio de todos los panameños. La democracia es la lucha constante por mantener un sistema de vida y equidad, igualdad de oportunidades, de salarios justos, mejor calidad de vida y donde se respetan los derechos humanos y el debido proceso en la aplicación de la justicia, esa palabrita que a muchos molesta cuando sus actos no se ajustan a las normas de la honradez, la decencia, dignidad y correcto manejo de los bienes bajo su responsabilidad. No son tampoco para nadie un secreto las amenazas y severos golpes que ha tenido la democracia no solo en nuestro país, sino en el ámbito de la región latinoamericana, situación que si bien es cierto, se vivió con mayor crudeza en el siglo pasado; las amenazas y el peligro se mantienen latentes, por lo que todos estamos llamados a estar vigilantes y a unir esfuerzos para, en un haz de voluntades, hacernos uno, junto a esta prestigiosa institución, en respaldo y defensa de nuestra democracia. Y es que este trabajo no ha sido fácil y lo saben muy bien Ustedes, que tienen la delicada función de dirigir y administrar los procesos electorales de los futuros servidores públicos, ejercicio nada sencillo en nuestro tiempo y por ello quiero compartir estas breves reflexiones: El poder corrompe o como sostienen algunos, desenmascara. Cita bíblica. Y esto conlleva a que, salvo raras excepciones, el gobernante de turno pretenda mantenerse en el poder, muchas veces sin importarle los medios o recursos que utilice para lograr tal fin. Hace hoy 58 años se creó el Tribunal Electoral, pero de la restauración de la vida democrática en el país, estamos por cumplir los cincos lustros. Cinco procesos electorales, organizados y custodiados por este Tribunal, lo cual le ha granjeado el respeto y prestigio del que hoy goza esta institución, tanto en el ámbito nacional como internacional. Pero como bien sostienen los honorables magistrados, ningún proceso se parece a otro y prueba fehaciente de esta afirmación lo constituyó el recién pasado torneo electoral en que esta institución se vio seriamente amenazada. Más grave aún, no solo la institución, sino el orden institucional y con él, el mismo sistema democrático. Se trato de manchar el nombre y el prestigio del Tribunal Electoral, pero gracias al respaldo de los diferentes sectores de la sociedad civil, gremios empresariales, universidades, agrupaciones de profesionales, y sobre todo, del personal que tesoneramente sirve en esta institución, las amenazas no prosperaron. Son ustedes, colaboradores del Tribunal Electoral, los verdaderos héroes anónimos, que junto a los señores magistrados, han sabido colocar a esta institución en el sitial de seriedad y  respeto en que se encuentran hoy día. Por ende, es a ustedes y al pueblo panameño, a quienes hoy se les rinde tributo por la perseverante tarea de fortalecer la institucionalidad que se respira aquí en la Plaza de la Democracia y en estas estructuras sostenidas por los pilares de la libertad, la honradez y la democracia. Es con ustedes con quienes el país se muestra hoy agradecido por el robustecimiento y preservación de los valores democráticos y por darnos ese ejemplo de abnegación y entrega con el que laboran y hacen patria los servidores del Tribunal Electoral. Esta tarea nuestra, y la de ellos, la de miles de autoridades elegidas por elección popular debe arrancar de la convicción profunda del bien de cuanto nos rodea. Y esta actitud comienza dentro de la familia, pero se abre a toda la comunidad. Toda la elección política debe tener su motivación más profunda en la firme decisión de servir y buscar el bien común. Ustedes mejor que nadie saben que hay presidentes, diputados, alcaldes, representantes y otros funcionarios, cuya motivación para postularse y alcanzar cargos públicos fue el interés económico personal. Urge cambiar este concepto de la política. Jesús de Nazaret nos dice unas palabras que deben quedar marcadas en toda nuestra acción desde nuestro hogar y en nuestras oficinas, y que, a su vez, nos evitarían muchas tensiones diarias. “El que quiera ser el más importante entre Ustedes, que se haga el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, que se haga siervo de todos. Así como yo he venido a que me sirvan, sino para servir y dar mi vida por todos”. (MC, 43.45). Esto quiere decir que nos está llamando a ser responsables y serios en nuestras labores y esto es muy importante. Esto significa, hermanos y hermanas, que las cosas que cada uno hacemos por sencillas que parezcan significan un modesto, pero valioso aporte a la construcción de una democracia sólida y una sociedad más humana. Si una persona es responsable actúa con conciencia y coherencia. Urge recuperar en nuestro trabajo diario una ética basada en la coherencia y el testimonio personal, de manera que el compromiso que estamos exigiendo a los políticos empiece por nuestro hogar, esta casa que compartimos todos los ciudadanos y que necesitamos proyectar no solo en los medios televisivos, sino también en la vida y en la comunidad que todos construimos en nuestras labores diarias. Que nuestra Señora de la Antigua, presente en el corazón  creyente de tantos panameños les anime y acompañe en su empeño “… porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la sencillez no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes…” (EG 288).