Cuando La Tierra estremece sus entrañas y derriba nuestras construcciones alucinantes -donde vivimos y desarrollamos nuestras actividades humanas actuales o pretéritas- entendemos que el fenómeno se rige por leyes naturales incuestionables e inevitables; y aunque científicamente descifremos su dinámica, nada podemos hacer para evitarlo. Igual, si un monzón en el océano Índico o un ciclón del pacífico castiga en vez de ayudar; o una tormenta tropical arrasa sembradíos y ciudades isleñas en el Caribe, nada podemos hacer más que asombrarnos, y aprovechar cada episodio repetible para reconstruir lo afectado. Igual ocurre con algunos acontecimientos sociales, que obedecen a dinámicas que les son propias y frente a las cuales solamente podemos aprender, como lo hacemos frente a los sucesos de la Naturaleza.Desde la aparición de los homínidos han ocurrido hechos, como las expresiones totémicas; nuestras primigenias y mágicas sesiones danzantes frente a los astros; las aterradoras invasiones de los mongoles, griegos y romanos; el surgimiento de la democracia; la rebelión de Espartaco; la sublime inmolación de Cristo; la toma de La Bastilla; las guerras mundiales… en fin, son hechos que, predecibles o no, operan bajo dinámicas tan propias, como los acontecimientos naturales. En ese orden funcional está la toma de esta Plaza de la Democracia, el 6 de noviembre del año pasado, mientras decía el discurso de inauguración de este edificio. El pueblo panameño que gritaba aquí afuera a favor de la democracia -y en contra del autoritarismo- acudió a una cita espontánea o no, que operó bajo leyes sociales irreductibles, igual que sucede con muchos fenómenos naturales y las leyes que les son propias. Es, en la Teoría del Caos, el orden superior de las cosas. De manera que este acto de hoy, previsible y diseñado, solamente ocurre para oficializar la entrega de este espacio al pueblo panameño… así como se oye: entregar este espacio al pueblo panameño.Ocurre que este edificio es el único de esta ciudad, que cede una porción de su predio a la ciudadanía… y no lo hace a título gratuito, accidental, ni estético. Este espacio que denominamos Plaza de la Democracia, aspira a recibir amorosamente todas las expresiones sociopolíticas y culturales, espontáneas o no, que sean manifestación de los estados de ánimos de nuestra sociedad, remedando la plaza de Santa Ana en los viejos tiempos. E igual que aquella de coloniales torres, mientras yo sea magistrado, esta plaza permanecerá abierta a la política, pero más importante que ella, a la cultura. Las citas pueden ser así políticas, de docencia, simplemente sociales, culturales o revolucionarias, por el propósito que podría tener una convocatoria plebiscitaria donde se esboce la urgencia de un cambio. La Plaza de la Democracia -con un aforo calculado en 10 mil almas- es el espacio amable donde el pueblo panameño y todos sus rostros sociopolíticos pueden reunirse sin interrumpir la vida urbana perjudicando al prójimo, en expresiones democráticas de las más insignes y meritorias causas. Como administradores de este espacio, en el Tribunal Electoral trabajamos actualmente para ampliar el espacio ciudadano, con la construcción de un parque en todo el predio que actualmente ocupa el vecino mercado de abastos.Le tocará a la sociedad civil organizada, la que espero siga orientando el destino de la Patria mientras se adecentan los políticos, ser el péndulo motivador que organice lo hermoso de una asonada popular, en este espacio que ya tiene la magia bautismal de aquel 6 de noviembre pasado. Aquí deberán escucharse las nuevas voces, que señalen al Estado por ser clasista. Un Estado que se aleja de su concepción socio histórica, y se inclina peligrosamente hacia la desigualdad que originan las clases sociales y la pésima distribución de la riqueza nacional. Le toca al pueblo y sus líderes señalar -en esta plaza- la amenaza que supone aplaudir el neoliberalismo; le toca al pueblo panameño impedir -en esta plaza- que nuestra democracia se quede dormida en su expresión representativa; que el propio pueblo sea arrasado por la sociedad de mercado que todo lo cosifica; el pueblo que se expresará en esta Plaza de la Democracia, deberá impedir que el Estado sea cómplice de la ambición y avaricia del poder económico, que hace inclinar riesgosamente el fiel de la balanza social a favor de la complicidad y el contubernio de los políticos; la única misión del Estado debe ser vigilar que seamos todos o ninguno… que sea todo, o nada. Esta plaza debería ser testigo del hecho controversial de reconocernos -finalmente- como un pueblo que sabe que el Estado panameño tiene que cambiar su estructura vigente, porque ella no garantiza que los derechos humanos en Panamá sean eficaz y ferazmente reconocidos. Esta plaza será, tengan la certeza de ello, el espacio urbano donde, después de lograda la democracia procesal que como Tribunal Electoral garantizamos, nacerá un día la democracia social panameña, la que funcione de abajo hacia arriba.Por otra parte, el solo hecho de existir un espacio bautizado con espontánea generosidad, abre el cauce para que surja en paralelo a la democracia social, el concepto de ciudadano, tarea que invitamos a emprender a nuestro novel alcalde. Dicho de otra manera: en esta plaza caben las expresiones de las teorías sociales más revolucionarias, ya sea que vengan abanderadas por proponentes disidencias partidarias, por funcionarios elegidos libremente, por voces y tintas nuevas, o por una juventud que aprende de la riqueza de las dinámicas sociales y se reconoce en la responsabilidad de ser parte de ellas… estas pinturas que se exponen aquí, son muestra de esa clase de cimiento. Aquí, a la sombra de los corotúes proverbiales y palmeras que crecerán con simbólica robustez, deberá expresarse la dignidad humana panameña y sus nuevas concepciones de libertad, para decirle a las clases dominantes que bien podría repetirse un episodio histórico de esos que hacen girar la realidad 180 grados, si no se atiende con urgencia el reclamo del pueblo, que acusa al gobierno y al Estado de considerarlo mera fuerza de trabajo, cosa desechable, objeto de valor material, de manejo ideológico, religioso o político. Alcanzadas estas metas básicas, al panameño común podrá convocársele para que sea autor de hermosas propuestas y expresiones en otras esferas de vital importancia, como lo son la integración de su vitalidad al planeta, como espacio y no como mina explotable. Porque un hecho es innegable… mientras unos sobreviven arañando la miseria, otros expolian la tierra cavando la fosa de todos, en nombre de la riqueza material y neoliberal. Por eso, solo dos derechos deben ser garantizados y tienen jerarquía de insustituibles: la Dignidad Humana y La Tierra… de ellos nacen, se estructuran y desarrollan todos los demás. Esta Plaza de la Democracia -que es entregada al pueblo panameño hoy, de manera formal- debe albergar conductas éticas, expresiones jerarquizadas por la justeza de los reclamos, con pancartas que expresen el amor del pueblo por la justicia en lugar del odio por la arbitrariedad. Aquí deberían solazarse los derechos humanos, la equidad de género, la presencia de las minorías, la fuerza de los pueblos originarios, la justicia.Aquí, en este espacio proponente, deberíamos repasar lo alcanzado en materia de derechos de primera generación, o derechos individuales; examinar cómo andamos en la evolución de los derechos de segunda generación, o derechos sociales; analizar si hemos avanzado en el reconocimiento de los derechos de tercera generación, o derechos de los pueblos y sus culturas; qué ha pasado en el campo de los derechos genéticos, llamados también derechos de cuarta generación; y finalmente, un derecho que miro en los ojos diáfanos de mis nietos, que pertenece a los llamados derechos de quinta generación, los derechos a la realidad virtual. Plaza de la Democracia y redes sociales son espacios idénticos, en dimensiones distintas; una y otra deberían consolidar ejercicios democráticos comunes, para que la seducción del talante subrepticio de la plaza , tenga la fuerza tangible de la segunda aquí, en este espacio mágico, pero real. Dirigentes políticos: ustedes, en su agenda neoliberal interesada e individualista, tienden a desconocer la continuidad de las luchas sociales, porque ellas tienen expresiones incomprensibles para su escaso nivel humanista. Son, lo dije al principio, tan insustituibles e impredecibles como los fenómenos naturales; obedecen sus propias leyes, dentro de un orden caótico. Han tenido innumerables y disímiles momentos, con un fabuloso resultado: ahora nos damos cuenta, y nos decimos las cosas en las redes sociales. No tienten al pueblo; parece insensible porque calla, porque está concentrado en sobrevivir… pero sabe que toda Bastilla puede ser tomada. La Plaza de la Democracia puede ser el origen ético y ordenado de una expresión de democracia real; las calles no perderán su papel de ser el escenario de sus reivindicaciones. Hoy el atrio y la plaza son continentes de dos expresiones: la de jóvenes que reciclaron las pancartas que los políticos -ganadores y perdedores en la pasada contienda electoral- dejaron en nuestras calles. Ellos las transformaron en arte, para enviar un mensaje alentador cuya musa es la esperanza.La otra expresión, la que nos regala el Club Kiwanis, es una colección viva de los juegos que jugábamos quienes ahora pasamos del medio siglo y bastante más. Más que juegos, eran modos muy democráticos de interrelación, donde la urgencia motora y la imaginación desbordaban cualquier artefacto mecánico que pudiera llamarse juguete. En ellos no había árbitros, porque quien abusaba del irrespeto a las normas, sencillamente era excluido en los piques, o era picado de último (pique era la manera como se escogían los compañeros de equipo). Los invito -hoy que vinimos vestidos para la ocasión- a compartir con nuestros hijos y nietos, las dinámicas docentes de los juegos de antaño en esta kermés Kiwanis, pensando que no hay mejor árbitro, ni mejor ética, que la que hace a uno mejor, cuando la finalidad es que seamos todos, en el rescate del gregarismo que perdimos en algún momento de la más reciente evolución. Muchas gracias. Erasmo Pinilla Castillero Magistrado Presidente del Tribunal Electoral 27 de septiembre de 2014